¿Qué estudia la biología?

 


¿Qué estudia la biología?

La biología, cuyo nombre proviene del griego bios (vida) y logos (estudio o ciencia), es sencillamente la ciencia que se dedica a comprender la vida en todas sus formas. Desde los procesos internos de organismos microscópicos hasta las relaciones complejas entre ecosistemas enteros, esta disciplina abarca una diversidad de fenómenos sorprendente. Se interesa tanto por cómo funcionan los seres vivos —humanos, animales, plantas y microorganismos— como por la manera en que interactúan entre ellos y con su entorno (Beltrán et al., 2011).

De ahí se desprenden distintas ramas como la biología marina, la botánica, la genética, la ecología o la zoología, cada una con su propio enfoque pero todas apuntando al mismo gran objetivo: entender la vida. En este camino, la ciencia ha evolucionado. Ya no se buscan respuestas a través de visiones reduccionistas o mecanicistas, como solía hacerse. En lugar de eso, se ha adoptado una mirada más integral, más ecosistémica. Esta se basa en principios fundamentales compartidos por muchas disciplinas científicas: la causalidad natural, la uniformidad del espacio y la percepción común (Audersirk et al., 2003).

La causalidad natural —esa idea de que todo fenómeno tiene una causa natural, comprensible para nosotros— permite a la biología relacionarse con la física, la química y las matemáticas para desentrañar los misterios del cuerpo, la célula o la biodiversidad misma. Así, se exploran distintos niveles: desde la estructura y función de los organismos hasta sus cualidades, diferencias e interacciones.

¿Cómo se estudia la vida?

La biología no solo se pregunta qué es la vida, sino cómo funciona, cómo cambia, cómo se relaciona. Estas preguntas han guiado la investigación científica por siglos. Aunque muchas de sus teorías se apoyan en leyes de otras ciencias —como la química o la física—, existen excepciones significativas. Por ejemplo, dentro de la biología genética, las leyes de Mendel sobre la herencia en organismos con reproducción sexual marcaron un antes y un después. Lo mismo ocurre con la ley de Chargaff, que reveló cómo las bases nitrogenadas del ADN se emparejan: la guanina siempre con la citosina, y la adenina con la timina (Audersirk et al., 2003).

Pero ¿cómo llegamos a estos descubrimientos? La respuesta está en el método científico. Conocer algo científicamente implica observar, formular hipótesis, experimentar y llegar a conclusiones. Parece sencillo, pero cada paso implica mucha planificación, observación rigurosa y análisis crítico. Y aunque el conocimiento cotidiano también nos enseña sobre el mundo, la ciencia va más allá: busca patrones, regularidades, explicaciones profundas.

En biología, un experimento bien hecho debe comenzar con la elección adecuada del organismo a estudiar. Luego viene la ejecución del experimento y, finalmente, el análisis de los datos. Todo esto exige precisión, paciencia y una mente abierta a lo inesperado (Audersirk et al., 2003).

Ahora bien, la biología es una ciencia viva, en constante evolución. La teoría de la evolución es una pieza central: no solo se reconoce como un hecho comprobado —los organismos cambian con el tiempo—, sino que también genera debates sobre los mecanismos que provocan esos cambios. Hoy en día, la llamada “biología del desarrollo y la evolución” (evo-devo) ofrece nuevas perspectivas sobre cómo se forman y transforman los seres vivos (Beltrán et al., 2011).

Esta nueva mirada reconoce tres enfoques distintos pero conectados: la evolución como un fenómeno real; la historia evolutiva como un mapa de relaciones entre especies basado en la comparación biológica; y los mecanismos de cambio, que aún encierran misterios por descubrir.

Referencias
Audersirk, T., Audersirk, G., & Byers, B. E. (2003). Biología. La vida en la Tierra. Pearson Educación.
Beltrán, L. E., Campos, A. M., Díaz, G. R., Fajardo, G. E., De Paula Gutiérrez, F., Lozano, A., Rozo, C., Gladys, R. T., & Valencia, D. M. (2011). Biología. Conceptos y fundamentos básicos. Editorial Tadeo Lozano.

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